martes, 24 de mayo de 2011

23 DE MAYO DE 2011

Por Jorge Monroy

El mayor logro del presidente Álvaro Uribe Vélez, sin duda alguna —y para dolor de los nostálgicos del comunismo—, fue la generación de un ambiente de cohesión nacional frente al terrorismo. Durante su gobierno, la retórica, las acciones de la fuerza pública y la paridad con grandes sectores de la prensa, llevaron a escenarios nunca imaginados en Colombia; por ejemplo, la gran marcha contra las FARC. Ésta fue el resultado de un ambiente colectivo en el cual absolutamente todos los entes sociales nos pusimos de acuerdo en una idea de Estado, y nos cohesionamos para rechazar la idea del terrorismo. Durante esos largos e irrepetibles años, las FARC sufrieron golpes que en cincuenta años no habían sufrido, y el efecto social que se generó fue una conciencia colectiva de que la victoria sería finalmente posible.

Los colombianos respiramos con cierto alivio (algunos, como yo, con aprensión) cuando Juan Manuel Santos ganó la presidencia, pues dada su trayectoria en el Ministerio de Defensa, pensamos equivocadamente que iba a continuar la política de cohesión frente al terrorismo, oxigenándola y corrigiendo uno a uno los errores que pudieron cometerse, como podría haber ocurrido en cualquier gobierno.

Sin embargo, a menos de un año de la posesión de Juan Manuel Santos, el balance de fuerzas cambió radicalmente otra vez a favor de las FARC. Invito a los lectores a revisar los hechos más relevantes: el primero fue durante las liberaciones promovidas por la senadora Piedad Córdoba, cuando las FARC utilizaron un despeje autorizado por Juan Manuel Santos para propósitos militares (algunos afirman que para la fuga de "Alfonso Cano"). El segundo fue la inmediata reconciliación con Hugo Chávez, principal auspiciador de las guerrillas en Colombia, a cambio de nada. El tercero, el reconocimiento del "conflicto interno" en la ley de victimas, en preparación para el estatus de beligerancia. El cuarto, la renuncia a las bases militares estadounidenses. El quinto, el infame desconocimiento al informe del IISS sobre los vínculos de Venezuela con las FARC. Podría seguir describiendo las nuevas modalidades de ataques de las FARC, el regreso de las pescas milagrosas, los hostigamientos, la retoma de posiciones, entre muchas otras cosas. Sin embargo, quiero hacer énfasis en la más grande victoria de las Farc sobre el Estado colombiano: la victoria legal.

Además de la complicidad deliberada del Ejecutivo con las FARC, el Poder Judicial está llevando a niveles casi descarados el apoyo formal a este grupo terrorista. Todos somos testigos, del incansable interés de vincular a Álvaro Uribe con el paramilitarismo, la corrupción y los crímenes contra los derechos humanos, mientras que la denominada “Farc-política” se hunde cada vez más en el olvido. La justicia no ha proferido ningún fallo por la relación entre la política y la guerrilla, las investigaciones demoraron en extremo, y el más reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia, según el cual las pruebas recopiladas en el bombardeo en Ecuador se declaran ilegales, sienta un precedente para archivar e ignorar tales pesquisas. La destitución de Piedad Córdoba y la investigación contra Wilson Borja se quedaran automáticamente sin piso.

Esto solo nos demuestra que la justicia no tiene interés en perseguir a las FARC. Sin embargo, tiene mucho interés en perseguir militares, funcionarios de nivel medio y uribistas que estuvieron en el momento incorrecto a la hora incorrecta. Todo esto nos debe llevar a una pregunta: ¿quién nos gobierna? ¿Quién nos defiende de un grupo armado nacional financiado foráneamente que quiere imponer una dictadura totalitaria? Aún más, ¿qué quiere hacer el Estado con el capital social adquirido durante ocho años?

Invito al lector a responder a estas preguntas de manera objetiva. Sin embargo, me aventuraré a dar algunas respuestas. Pienso claramente que las teorías que hablaban de un Juan Manuel Santos que traicionó la confianza del electorado y regresó a la forma de hacer política de los años ochenta se queda corto. La persecución, los métodos de imposición, la forma de gobernar de manera aislada al pueblo que le dio un mandato claro, me lleva a pensar que el presidente quiere buscar un proyecto personalista que lo perpetúe en el poder. Para ello, su estrategia fue simple, hacer una alianza con todos los partidos basada en el clientelismo, y realizar una alianza con todos los enemigos de Álvaro Uribe. Esto lo deja prácticamente sin oposición, mientras engaña a unos y a otros en su ambición personalista.

Por otro lado, el sistema judicial con su accionar se ha convertido en el principal aliado de las FARC en Colombia. Las decisiones de la justicia muestran que a diferencia de España o Irlanda, la sociedad y la justicia buscan intereses diferentes. Por último, el Poder Legislativo sigue sumido en el sueño de la Unidad Nacional, mientras que los congresistas que prometieron defender la Seguridad Democrática y usaron a Álvaro Uribe para ganar sus curules, hoy siguen insistiendo en que Juan Manuel Santos es el heredero natural de dicha política y que sus acciones no van en contravía.

Respecto a la segunda pregunta, soy aún más pesimista. Pienso que los hechos muestran que la guerra que a tantos valientes hombres y mujeres les ha costado la vida, no es un interés particular del gobierno de turno, es decir, que no esta buscando darle seguridad a la sociedad civil, que desde hace muchos años nos convertimos en objetivo militar de las FARC. Más grave aún, tras la instalación de bases iraníes en Venezuela, Colombia pierde completamente la ventaja estratégica, y dicho país aumenta sus herramientas de presión sobre nuestro territorio.

No quiero ocultar mi preocupación. El regreso de Piedad Córdoba, el archivo de las investigaciones de la FARC-política, el retroceso estratégico frente a Venezuela, la guerra jurídica contra el Ejército, y el infame silencio de Juan Manuel Santos, que permite prever que todo le será tolerado a las FARC y a Venezuela, muestran que es inevitable el retroceso en la guerra, en un escenario en el cual para las FARC todo es mucho más fácil, pues cuentan con el apoyo de casi todo el continente comprado o silenciado por Chávez.
Finalmente, expreso que el interés de estas líneas, es llamar la atención de aquellos que defienden la Seguridad Democrática, la Cohesión Social, y la Confianza Inversionista, para que no callemos, y nuestra voz sirva de faro en medio de la horrible noche que nos ha impuesto la locura colectiva de Juan Manuel Santos, en la cual los cuatro poderes están en su máximo frenesí: un Ejecutivo que obra de espaldas al mandato para el cual fue elegido, un Legislativo completamente silenciado, un Poder Judicial que apoya abiertamente posiciones que favorecen a los terroristas y una prensa alineada de manera silenciosa y servil con los intereses del Ejecutivo.

Recordemos: mientras el comunismo no triunfe en Colombia, el poder viene (y se va) por orden del pueblo. Aún estamos a tiempo de recordar que vox populi, vox dei.
Etiquetas: Jorge Monroy www.atrabilioso.blogspot.com

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